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Diosito tiene un plan"B"
 
"The creator has a master plan "B""
Work developed at the Lower East Side Printshop.
 

Canto, luego sufro.

 

“No vale nada la vida

la vida no vale nada

comienza siempre llorando

y así llorando se acaba

por eso es que en este mundo

la vida no vale nada”

 

Con estos versos, José Alfredo Jiménez invierte, confirmando, la idea de Octavio Paz sobre la actitud del mexicano frente a la muerte: la indiferencia ante la vida es, ahora, la otra cara de la indiferencia ante la muerte. Cuando la vida no vale nada no existe ya nada que valga algo y si nada vale nada no queda sino intentar seguir respirando en un mundo hostil que al final nos ahogará mientras musitamos, con sorna, los versos de una canción depresiva pero jocosa. Otra opción para seguir atrapados en este laberinto soterrado es crear, a partir de cero, los infravalores que nos permitan, al menos, darle sentido a nuestra desgracia y estilo a su expresión versada. En este dilema, probablemente empapado en alcohol, se debate el insigne poeta del pueblo, cuando escribe y canta renegando de la vida y su sinsentido.  Canto, luego sufro, parece espetarle a Descartes.

Si la vida no vale nada, la muerte es también anodina, no se opone a nada que valga la pena. La dicotomía vida-muerte se desvanece en una indiferencia en la que todo es igual. Burlarse de la muerte es igual que burlarse de la vida. Estas burlas son gestos inútiles pero necesarios para confirmar nuestro desdén por la vida y por la muerte.

Espanta que esta filosofía nihilista radical, que esta poesía del desamparo que se asume en su regodeo, sea expresión donde amplias masas se identifican, al menos en el momento intenso y esencial del furor etílico donde se lamenta el amor malogrado, el fracaso personal, la maldad intrínseca, la traición consumada, la frustración autocompasiva. Para conjurar este espanto, sin tener que rebuscar infructuosamente en El Laberinto de la Soledad, léase la siguiente oración:

 

Letanía Monsivaisiana para José Alfredo

 

Vehículo del desamparo, embriáganos

Cauda de lamentaciones, fortifica nuestro desconsuelo

Exhibicionista del dolor, ayúdanos a conjurarlo sufriendo sin prejuicios voluntaristas

Catálogo de confusiones indecibles, anima nuestro desamparo

Sepulcro de toda jactancia, que nuestro orgullo se degrade en imploraciones inútiles

Ídolo de los jodidos, préstanos tu resentimiento

Ídolo de multitudes que celebran su fracaso, cobíjanos con la sombra ominosa de la culpabilidad

Avatar de todos los demonios arrepentidos, bendice nuestro infierno sentimental

Vocalización de los vencidos, alimenta nuestra indefensión

Dicha de la desdicha, compártenos tu fatalidad y haz fugaz toda alegría

Frustración inevitable y dolorosa, justifica nuestra baja autoestima y nuestros vicios

Tu que vienes de allá, de un mundo, convierte nuestra inclinación burlona en distancia crítica

Poeta del verso directo, ilumínanos con tu paradoja:

Con dinero y sin dinero sigo siendo el rey

Germen de autodestrucción garantizada, convídanos, con rima y melodía,  de tu epitafio consecuente:

No vale nada la vida, la vida no vale nada

Amén

 

 

  "Nuestra indiferencia ante la muerte —escribe Paz— es la otra cara de nuestra indiferencia ante la vida". El Laberinto de la Soledad

 

Texto: Carlos Meade

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